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Las filtraciones de La Sexta y 'El País' confunden el fraude fiscal con prácticas legales

La Sexta y El País mezclan indiscriminadamente conductas legales con estrategias tributarias alegales y comportamientos directamente ilegales.

La Sexta y El País mezclan indiscriminadamente conductas legales con estrategias tributarias alegales y comportamientos directamente ilegales.
Julio Iglesias en un concierto | Cordon Press

Según la mitología griega, la Caja de Pandora contenía todos los males conocidos por la humanidad, como la enfermedad y la muerte. Cuando Pandora abrió la caja, lanzó al mundo estas calamidades. Eso es precisamente lo que creen que están haciendo los periodistas de investigación que, tras haber publicado los Papeles de Panamá o los Papeles del Paraíso, divulgan ahora los llamados Papeles de Pandora.

Los documentos publicados en España están en manos de La Sexta y El País y cuestionan, por ejemplo, al cantante Julio Iglesias por poseer un "entramado inmobiliario" o "sociedades en las Islas Vírgenes Británicas". Cuando comparten estas informaciones, estos periodistas hablan de una "filtración de datos", una frase eufemística con la que se pretende ocultar que, en realidad, estos datos son información privada y confidencial que se ve divulgada mediante técnicas de piratería abiertamente contrarias a derecho.

En los artículos sobre este tema se difunden nombres de personas que actualmente o en el pasado han articulado parte de su fortuna mediante el uso de sociedades radicadas en países de fiscalidad más baja. Se habla de ellas como "empresas fantasma", se insinúa que se han utilizado para ocultar activos de forma ilegal… pero a menudo no hay ninguna acusación concreta, solo se habla de la supuesta "opacidad" propia de estas operaciones, sin importar que sean legales.

El diario alemán Süddeutsche Zeitung, admite, por ejemplo, que "hacer negocios en paraísos fiscales no está en contra de la ley, y muchas de las transacciones e inversiones encontradas en la filtración parecen ser perfectamente legales". Eso sí, los mismos periodistas apuntan que "sí sería ilegal, por ejemplo, que la renta imponible declarada en los paraísos fiscales no se declare igualmente a las autoridades fiscales del país donde reside el contribuyente". Pero, en realidad, esto no es del todo correcto, porque, para empezar, los periodistas no saben si los contribuyentes señalados han comunicado en sus países de residencia la tenencia de estas sociedades y, además, no hay que olvidar que esa supuesta obligatoriedad de comunicar tales activos ha sido cuestionada por la justicia internacional, de modo que son pocos los países que exigen este tipo de información y, en la mayoría de los casos, lo hacen solo desde hace unos pocos años.

Pero los reporteros se pierden a menudo en una avalancha de términos acusatorios que pretenden, de alguna forma, asociar estas situaciones con el "dinero sucio". Cultivan, en todo momento, la insinuación de que cualquier empresa "offshore" o "pantalla" es necesariamente ilegal. Y al hacer este tipo de comentarios, políticos, deportistas, empresarios… terminan bajo una sospecha generalizada.

Por eso, en muchos artículos sobre este tipo de filtraciones, "los ricos" o "los superricos" son puestos bajo una sospecha generalizada de fraude y corrupción. Se les sienta automáticamente en el banquillo de los acusados. Y, obviamente, estas historias tienen muy poco que ver con aclarar los hechos reales y mucho más con impulsar una determinada narrativa en los medios.

Precisamente por eso, estas filtraciones se preparan de forma coordinada, con un profesionalismo propio de una campaña de marketing internacional. Diarios de distintos países se asocian para cuadrar el lanzamiento y publican sus historias coordinándose de forma casi militar. Hasta se han hecho películas documentales sobre el lanzamiento de estas filtraciones.

Ninguno de los periodistas parece reflexionar mucho sobre la legalidad del proceso, sobre cómo se adquirieron los papeles, sobre si está bien publicar esta información en relación con las leyes de protección de datos o los derechos individuales que protegen el honor y la intimidad… Al revés, se opera desde el principio de que "el fin justifica y los medios".

Pero, siendo justos, aunque creen que sus lanzamientos serán una gran exclusiva transformadora, lo cierto es que a menudo solo funcionan como una "cámara de eco" para su público más fiel. Al final, muchos de sus lectores ya creen que la mayoría de los "ricos" y los "superricos" son detestables, de modo que estas filtraciones solo confirmarían opiniones preconcebidas que se cultivan a diario en esas mismas páginas.

Sin embargo, no conozco un solo estudio científico que haya establecido que la mayoría de los ricos evaden impuestos o que lo hagan con más frecuencia que los demás. Naturalmente, la escala del fraude puede ser mayor en el caso de un millonario que de una persona que emplea a su limpiadora "en B". Pero, en términos agregados, el grueso de la "economía sumergida" sí tiene mucho más que ver con las acciones de millones de personas que no declaran ciertas actividades que con las operaciones de una minoría acaudalada que, potencialmente, puede realizar algunas transacciones fuera de la ley.

De igual manera, el trabajo periodístico debería diferenciar entre el escándalo barato que no tiene nada debajo y la revelación de actos criminales que sí pueden ser de interés general, en la medida en que se trata de conductas desconocidas hasta ese momento. Pero los periodistas que publican estas filtraciones nunca hacen esa diferenciación y se limitan a meter a todos en el mismo saco.

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Rainer Zitelmann es el autor de El capitalismo no es el problema, es la solución (Unión Editorial, 2021). Considerado uno de los liberales más influyentes de Alemania, es doctor en Sociología e Historia, empresario de éxito y columnista habitual en medios como City AM, Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Point o Forbes.

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